ADA 6. Instituciones educativas de la Nueva España

Real y Pontificia Universidad de México  


Antecedentes y fundación de la Universidad 


Sólo treinta años habían transcurrido desde la fundación de las primeras escuelas en la Nueva España. y ya se percibía en los círculos cultivados de estas latitudes la inquietud por crear en América la institución de más alto rango académico que existía en Europa, la Universidad. 

Los antecedentes que favorecieron la creación de ella y las gestiones que en ultramar para propósito tal tuvieron efecto, encaran en la figura del infatigable virrey Don Antonio de Mendoza. Este había ya fundado, diversos institutos de enseñanza, entre los cuales destacó el Colegio de Tlatelolco. 

El emperador Carlos V. por cédulas despachadas en Toro a 21 de septiembre de 1551. y firmados por el príncipe que después fue Felipe 11. ordenó la fundación de la Universidad de México, dotándola con mil pesos de oro de minas en cada año, además de lo que producían las estancias donadas por Don Antonio de Mendoza (que no sabemos cuánto era) y concediéndole los privilegios y franquicias que gozaba la de Salamanca, con algunas limitaciones, que después levantó el mismo Felipe II. va rey, por cédula dada en Madrid a 17 de octubre de 1562, La Silla Apostólica, a petición del rey, confirmé en 1555 la fundación y privilegios, disponiendo que se rigiese por los estatutos de la de Salamanca y disfrutase las mismas gracias. Concedió el patronato a los reyes de España, como fundadores y más adelante le dio el título de pontificia. Tal fue el origen de la Universidad de México, fundada casi al mismo tiempo que la de San Marcos de Lima. 


Organización y gobierno  


Como se viene diciendo, la Real y Pontificia Universidad de México se rigió conforme a las Constituciones de la Universidad de Salamanca. A decir verdad, dichas constituciones sufrieron no pocas modificaciones durante el siglo XVI y parte del XV, haciéndolas variables e inseguras. Hasta el año 1615, el virrey Palafox dio al estatuto universitario una forma definitiva, que aprobó y confirmó el rey. 

La autoridad máxima de la Universidad, conforme a la usanza de las universidades europeas de la época, recaía en el Claustro, integrado por el rector, el maestrescuela y los catedráticos. Más tarde, por orden de Felipe II se incorporaron a él los oidores. El primer rector y maestrescuela fueron, respectiva mente. los oidores Don Antonio Rodríguez de Quezada y Don Gómez de Santillana. 

El claustro tenía amplias facultades legislativas y administrativas. A fines del siglo XVI, el Claustro se dividía en Mayor y Menor. El cuerpo del Claustro Menor se componía del rector, dos consiliarios doctores, uno en Teología y otro en Cánones, dos bachilleres, un secretario. los bedeles y porteros. 

Otra importante autoridad de la Universidad era el maestrescuela, encargado de otorgar los grados académicos y de velar por la rectitud moral de los miembros de la Casa de Estudios. Solamente ante él podía recusarse al rector, en cuyo caso el maestrescuela solicitara del virrey  el nombramiento de un doctor para que "examinase la queja y dictaminase si era o no fundada". 

El bedel de la Universidad era una especie de secretario, nombrado por Claustro. Se encargaba de citar a Claustro, por orden del rector: publicar el calendario de labores: cobrar y pagar los gastos de la Institución, y otras funciones parecidas. El cargo era ocupado por una persona instruida. In notario apostólico Juan Pérez de la Fuente, fue el primer bedel de la Universidad. 

El vicecancelorio era un funcionario importante. Era el representante del maestrescuela y quien sustituía a este en caso de ausencia temporal o de muerte. Los consiliarios eran representantes de profesores y alumnos al claustro mayor y a otras juntas menos importantes.


Profesorado y cátedras  


Según testimonio de Cervantes de Salazar y Cristóbal de la Plaza y Jaén, las cátedras fueron conferidas a hombres destacados. "La cátedra de Prima de Teología fue cubierta por Fray Pedro de Peña, dominico, después Obispo de Quito. reemplazado poco a poco el omniscio Don Juan de Negrete. Maestro en Artes por la Universidad de Paris y Arcediano de la Metropolitana: el insigne agustino Fray Alonso de la Veracruz obtuvo la de Escritura Sagrada y después la de Teología Escolástica: el doctor Morones, Fiscal de la Audiencia, ocupó la de Cánones; el doctor Melgarejo desempeñó poco tiempo la de Decreto y le sucedió el doctor Arévalo Sedeño, que vino de Provisor con el señor Montúfar; la de Instituta y Leyes se dio al doctor Frías de Albornozdiscípulo del gran jurisconsulto Covarrubias: en la de Artes enseñó el presbítero Juan García, canónigo: el doctor Cervantes de Sala zar entre en la de Retórica, y en la de Gramática fue colocado el doctor Blas de Bustamante, incansable institutor de la juventud, después fundaron otras. entre ellas las de Medicina y la de Idioma Mexicano y Otomí." 

Las cátedras de medicina se instituyeron hasta fines del siglo XVI. En 1582 dictó la primera de ellas el doctor Juan de la Fuente, y en 1595 el doctor Juan Plasencia inauguró la segunda. La cirugía e enseñó hasta ya entrado el siglo XVII. Hacia esta misma época el número de cátedras en la Universidad ascendía a veintitrés. 

Había dos clases de cátedras: temporales y perpetuas. Las primeras se daban generalmente por cuatro años (la de Artes, solamente por tres), y las segundas, por la muerte o renuncia que de ella hacia el poseedor. Al vacar la cátedra, el rector, por acuerdo del Claustro, haría la declaratoria correspondiente y se convocaba a oposición.


Método de enseñanza y grados impartidos 


El método de enseñanza en la Universidad era el escolástico, cuyo punto de partida es la lectura de un texto clásico (de ahí el nombre de lecciones dado a las cátedras). Tocante su la Filosofía y a la Teología, el método escolástico trata de demostrar y enseñar la concordancia de la razón con la fe por un procedimiento silogístico. Para ello, el catedrático fracciona la materia objeto del aprendizaje en varias tesis o proposiciones. A continuación, explica el sentido de éstas. Después presenta los argumentos en pro y en contra de dichas proposiciones, con la mira de obtener deductivamente una conclusión en concordancia con los principios de la dogmática católica. Si el punto a debate es de carácter teológico, hay que aducir tres clases de argumentos. El primero de éstos se funda en la Biblia. el segundo en la tradición eclesiástica Padres de la Iglesia y Concilios), y d tercero en la ausencia de contradicciones, pues la revelación es supranacional pero no antinacional. 

Los grados universitarios eran los mismos que los de las universidades. europeos: bachillerato, licenciatura o maestrazgo y doctorado, y se otorgaban mediante una ceremonia pomposa por demás, en la que se discutía por los doctores de la especialidad las ponencias que presentaban los examinandos. 


La legislación universitaria 


Las universidades en el Nuevo Mundo siempre estuvieron regidas por leyes especiales. Desde su nacimiento hasta fines de la época colonial, la Corona dictó medidas legales para organizarlas y administrarlas. Las Constituciones eran los códigos de su estructura jurídica. Estas cambiaron a lo largo del tiempo a tenor de las necesidades. Importante por demás fue la Constitución del visor don Pedro Farfán, hacia las postrimerías del siglo XVI, y las del Marqués de Serrallo, del Marqués de Cadereyta y de don Juan de Palafox en el siglo XVI. 

Muy aleccionador sobre la legislación universitaria es el título 22 de la Nueva Recopilación de las Leyes de Indias, en 1680. Allí se considera la "organización interna y externa de la universidad, incluyendo en la segunda sus relaciones con instituciones que le estaban más ligadas. 


Influencia 


Notoria y grandemente fructuosa fue la influencia de la Real y Pontificia Universidad de México. Puede decirse que, gracias en buena parte a la Universidad, la ciencia, la filosofía y la literatura, que honraron <a mucho durante el siglo XVI a España, fueron ampliamente conocidas y en algunos aspectos superadas en estas tierras. 

La Universidad vino a conformar y consolidar el perfil de la intelectualidad novohispana, con rasgos peculiares e inconfundibles. En ella se cultivaron sabios, teólogos, filósofos poetas, ruya gloria sobrepasó las fronteras de la Nueva España. 




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